Por años nos hemos acostumbrado a encuadrar a la enfermedad como aquel proceso que irrumpe en nuestro cuerpo físico y mediante el cual, perdemos la armonía, entonces algo externo tiene que venir a nuestro auxilio para recuperar el estado anterior…
Pues bien, ya es tiempo de culminar con esa visión errónea y pasiva, para comenzar a entender que la medicina está en nosotros y no la usamos, que la enfermedad viene de nosotros y no nos damos cuenta.
Todo comienza debido a un desbalance en nuestras energías, nuestro cuerpo astral y en nuestro cuerpo físico, así como en el desequilibrio de lo que nos rodea. Entre los factores que más nos llegan a afectar y que generan ese gran desequilibrio se encuentran las emociones negativas.
Por el contrario, la felicidad, la sabiduría, el estado de ánimo positivo y la energía que producimos nos van a ayudar a rechazar lo que podamos desarrollar como negativo en nuestro cuerpo, es decir, una enfermedad. Asimismo, estos sentimientos fortalecen nuestra energía, lo que a su vez nos ayudará a bloquear lo que está a nuestro alrededor.
La razón es que, por lo general, las energías que provocan enfermedades buscan a alguien que esté débil, sobre todo débil emocionalmente, estado que es de verdad potencial para padecer algún tipo de padecimiento fuerte. Si tenemos un desequilibrio en nuestros cuerpos, nuestra energía empieza a perder fuerza, lo cual provoca que se abran ciertos canales.
Al ocurrir esto, somos más vulnerables a atraer todo tipo de energía, entre ellas algunas de frecuencia baja, por ejemplo, los virus y bacterias, que cruzan a través de la energía hasta llegar a depositarse en nuestro cuerpo físico. Aunque estos microorganismos viven en tu cuerpo sin causar daño, llega el momento en que esto cambia cuando empezamos a perder fuerza en la energía del cuerpo astral y físico.
Si nuestra parte positiva se debilita, entonces se activa la negativa que así comenzará a tomar más fuerza, igual que las bacterias. Nosotros tenemos en nuestros cuerpos muchos canales que no están activos, muchísimas potencias que pueden ser enfermedades y que, depende el tipo de energía y de vida que tenemos pueden desaparecer por completo o activarse de un momento a otro.
La activación tiene que ver con el estilo de vida, con lo que estamos haciendo energéticamente y físicamente. Todos son eslabones y van unidos, aun cuando sean diferentes cuerpos, todos llevan una unión, si se debilita uno, el otro va a debilitarse también. Entonces, por ese canal que se abre entrará todo lo que pueda o lo que uno ya tiene dentro y quiere desarrollarse.
¿Qué es lo que provoca todo esto? El desequilibrio en nuestro cuerpo físico, en nuestro cuerpo astral, en nuestro cuerpo espiritual, en nuestra energía, todos están relacionados, pero además el desequilibrio de lo que nos rodea, porque eso también es un factor muy importante.
Hay muchas cosas en las que definitivamente podemos estar muy fuerte en energía, pero igual puede haber algo muy negativo en el ambiente que nos va a provocar una enfermedad, por ejemplo una radiación muy pesada llegará a causarnos un cáncer.
Entonces si estuvimos muy fuertes, quizás vamos a poder evitar esto, pero dependerá de la situación, de cómo están nuestros cuerpos, si nuestros centros energéticos funcionan. Lo esencial e importante es tener nuestra energía fuerte, física, mental y astralmente para poder rechazar lo que venga.
Un gran ejemplo son los Maestros de Sabiduría, quienes no se enferman aún cuando estén en esta frecuencia y entren dentro de las leyes físicas, ellos no sufren de enfermedades porque viven en el amor y la felicidad, así como en un equilibrio que los protege de todo.
Reflexión; ¿Por qué confundimos comer con alimentarnos? ¿Por qué confundimos sobrevivir con vivir? ¿Por qué contaminamos el mismo aire que respiramos? ¿Por qué contaminamos la misma agua que tomamos? ¿Por qué vivimos siendo conscientes de lo que nos hace mal y lo seguimos haciendo? ¿Por qué nos es más fácil perder dos horas frente al televisor que ganar media hora meditando?
¿Por qué es más fácil complicarnos con los problemas, que ocuparnos en soluciones? ¿Por qué nos cuesta menos pelear y enjuiciar, que amigarnos y pedir perdón? ¿Por qué nos cuesta menos odiar que amar? ¿Por qué enjuiciamos más al prójimo de lo que lo amamos? ¿Por qué destruimos más de lo que creamos?
Te dejo estas preguntas para reflexionar y quiero decirte que, aún se puede hacer algo, “Tenemos la capacidad de cambiar lo que no nos gusta incluyendo tu estado de ánimo” ¡Estamos a tiempo y todo depende de cada uno de nosotros!
BENDICIONES
EDWIN