viernes, 4 de mayo de 2012

Crecer y evolucionar sin competir




Debemos aprender a crecer y evolucionar sin competir. Siempre se dijo que la competencia es buena, considerarla de este modo es un error. Tenemos que observar que si el otro ser no estuviese, no podríamos ver hasta qué punto podemos hacer lo que se manifiesta como posibilidad de nuestra evolución. Competir no es bueno porque nos hace sufrir, pues algunas veces hemos de ganar y otras tantas hemos de perder; y en ese claroscuro territorio de competencia, nuestro Ser Interior va a estar dividido.
Hay que jugar el juego de la vida con responsabilidad, con ética, con moral, con Amor, pero no compitiendo, sino haciéndonos superiores, no para pensar que somos mejores que otros, sino para crecer y dar lo mejor de nosotros al otro, ofreciéndole lo que somos y lo que tenemos. Si un artista trabaja para competir, nunca va a crear lo mejor de lo que su esencia, libre de competencia, crearía. Esto mismo lo hemos visto con oficinistas que llegaron a gerentes, a un nivel superior en lo que hacían, pues no competían, hacían su tarea con amor, se alegraban de lo que hacían y no sufrían la competencia. Si en un momento dado le daban a otra persona el puesto que les correspondía, no padecían, seguían el juego. Habían aprendido a querer y a quererse, a valorarse más allá de lo que la situación o la crítica externa les generaban. También habían aprendido a creerse, a darse crédito, no esperaban el crédito de afuera, esta debe ser nuestra actitud.
Debemos poner buenos humores en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, volver a nuestro Ser Original y darnos permiso a ver qué pasa; tomarnos la vida menos aprensivamente y animarnos a romper con estas cadenas, con esta autonegación y a contactarnos con la Verdad Esencial; aprender a beber del Sol, como hacían los egipcios, para que nos ilumine desde adentro hacia afuera.

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