La sinceridad es una luz interior que nos permite conocer nuestros motivos, cuando somos impulsados hacia algo. La sinceridad, que es una virtud interior, no se puede separar de lo exterior, como la reserva que es una virtud exterior no se puede separa de lo interior. Las estrellas, estando en “lo interior” del día que las oculta, no se pueden separar de la noche que es su estado exterior, así es la sinceridad. Como la luz cuando está oculta por un velo no puede dejar de verse resplandecer en el velo.
La sinceridad tiene dos polos, uno que pertenece a quien la posee y el otro que toca a quien la recibe. Quién la posee, tiene como un espejo en el cual mirarse, si está sucio o descompuesto, o si está limpio y satisfecho. Quién recibe el acto sincero aprende del otro la sinceridad, y tiene su propio espejo en quien la otorga. Puede ver en ese espejo sus propias intenciones para con el otro que es sincero, su propia maldad y astucia, su estado interior descompuesto; o puede ver su correspondencia con el acto sincero, puesto que él mismo, que lo recibe, también lo es. Entonces nace el amor entre los dos seres que se han entregado a la sinceridad, porque el amor es el acto más sincero, potencia la sinceridad entre los seres hasta hacerlos resplandecer unos ante los otros, unos por la luz que reciben de los otros.
Como el amor, la sinceridad tiene sus amigos, y fuera de ellos está perdida, Aunque, como el amor, la sinceridad no se escatima, es necesario se sinceros hasta con los hipócritas, porque sino, no lo seríamos en absoluto. Siendo ella la luz que alumbra a los corazones, como la luz del sol caerá sobre las cosas buenas y las malas, las bellas y las feas, por igual, sin cambios. Por este medio aprendemos a ser sinceros con nosotros mismos, ante el bien y el mal que hay en nosotros, lo bello y lo feo, lo agradable y lo detestable.
La sinceridad es curación y como toda curación necesita de valentía y paciencia. Ella alumbra el bien y el mal, y este último nos hace padecer; ella nos recuerda nuestra grandeza y nuestra miseria, para elevarnos por una sin dejar de humillarnos por la otra. Es una balanza en nuestro interior, la consciencia de nuestros actos, que pesa lo justo cualquier cosa sea la que se le ponga.
Mi Reflexión; es necesario ser sincero antes que nada con nosotros mismos, con los desconocidos y los viajeros. Y toda la sinceridad no es más que una, no puede decrecer en grados, por lo cual solamente esta limitada por la reserva, no por la mentira ni el engaño. Ser reservado en orden creciente, desde los más cercanos a los más lejanos, a eso debemos llegar.
BENDICIONES
EDWIN
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