La mayoría de las personas se quejan, pero en el fondo adoran la rutina. Claro y la razón es muy simple: la rutina les da falsa sensación de que están más seguras. Así, el día de hoy será exactamente igual al de ayer, y el de mañana no traerá sorpresas. Al llegar la noche, parte del alma protesta porque no vivió nada diferente, pero la otra parte está contenta, paradójicamente por la misma razón. Evidentemente que está seguridad es falsa, pues nadie puede controlar nada y, justamente en el momento más inesperado, aparece un cambio que sorprende a la persona sin condiciones de reaccionar o luchar… Si somos libres para decidir que queremos una vida rutinaria, ¿Por qué Dios nos obliga a cambiarla?
¿Qué es la realidad? Es lo que imaginamos que es. Si mucha gente “piensa” que el mundo es tal o cual manera, las cosas de nuestro entorno se cristalizan, y nada cambia durante algún tiempo. Sin embargo la vida es una evolución constante: social, política, espiritual, sea en el nivel que sea. Para que las cosas evolucionen, es necesario que las personas cambien. Como estamos todos interrelacionados, a veces el destino da un empujón a aquellos que están impidiendo el cambio. (Generalmente bajo la forma de tragedia).
La tragedia depende de cómo se le mire. Si elegiste ser una víctima del mundo, cualquier cosa que te pase alimentará aquel lado negro de tu alma donde te consideras víctima de la injusticia, sufridor, culpable y merecedor de castigo. Si elegiste ser un aventurero, los cambios “Incluso de las perdidas inevitables, ya que todo en este mundo se transforma”, pueden causarte algún dolor, pero pronto te empujarán hacia delante, obligándote a reaccionar.
En muchas tradiciones orales, la sabiduría está representada por un templo, con dos columnas en la puerta. Estas dos columnas siempre tienen nombre de cosas opuestas entre sí, llamaremos a una Miedo y a la otra Deseo. Cuando el hombre está delante de esta puerta, mira la columna del Miedo y piensa: “¡Dios mío!, ¿qué será lo que encontraré aquí?”. Acto seguido, mira hacía la columna del Deseo y piensa: “¡Dios mío!, ya estoy tan acostumbrado con lo que tengo que deseo continuar viviendo como siempre viví”. Y se queda allí detenido.
A eso lo llamamos RUTINA. Es el movimiento que cesa. Instintivamente, sabemos que está mal y nos rebelamos. Nos quejamos con nuestras esposas, hijos, vecinos. Pero, por otro lado, sabemos que el tedio y la rutina son puertos seguros.
Mi reflexión en cuanto a la rutina es que; una persona puede continuar el resto de sus días parado frente a una de las puertas que debe atravesar, pero necesita entender que solo vivió realmente hasta ese punto. Puede continuar respirando, andando, durmiendo, comiendo, pero cada vez con menos placer, porque ya está muerto espiritualmente y no lo sabe.
Hasta un día, además de la muerte espiritual, aparece la muerte física; en ese momento, Dios le preguntará: ¿Qué es lo que hiciste con tu vida? Todos nosotros tenemos que responder a esta pregunta, y ¡ay! de quien diga “Me quedé parado frente a una puerta”.
BENDICIONES
EDWIN
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