Una de las mayores desgracias que han angustiado al hombre de todas las épocas es, sin duda, la ignorancia. En los campos de la actividad humana donde esa ignorancia es más patente y reconocida, destaca el funcionamiento y utilización de nuestras capacidades cerebrales del hemisferio derecho, en otras palabras de la llamada mente subconsciente.
Hace ya muchos años escribía Robert Updegraff: No es tanto la carencia de poder cerebral, de capacidad o de astucia, lo que impide al hombre progresar más deprisa hacia sus objetivos. Es más bien que sólo utiliza para ello la mitad de la mente. El resultado es que esfuerza demasiado su mente consciente, demasiadas horas al día y demasiados días al año. Nos sentimos virtuosos por trabajar tanto y con tanto empeño que nos agotamos, cuando lo que deberíamos sentir es vergüenza por trabajar tanto, lograr tan poco y estar tan cansados mentalmente.
Otra área no menos importante de la experiencia humana donde la ignorancia se intensifica con el paso de los siglos, es la concerniente a la interrelación del hombre con las fuerzas que rigen y gobiernan al universo, con los planos superiores de la existencia, con la Divinidad: con Dios. Tabú para la ciencia; aséptica y desinteresadamente tratado por la filosofía y groseramente monopolizado por las distintas religiones, el tema de la posible relación (e interrelación) del hombre con la Divinidad es uno de los menos estudiados en nuestra cultura de principios del siglo XXI.
Mi reflexión ante este tema; es que, hoy en día tenemos a la mano información para “APRENDER a manejar nosotros mismo” esa parte de la mente llamada subconsciente, que constituye un canal de comunicación, una puerta permanentemente abierta que nos pone en contacto con los niveles más elevados de la existencia, con la Divinidad.
BENDICIONES
EDWIN.
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