Con el tiempo, a todos nos ha ocurrido incidentes dolorosos que, en algunos casos, nos dejaron una profunda cicatriz. En el momento en que ocurrieron dichos incidentes, el intenso estado emocional parece que los grabó de forma imborrable en nuestra memoria. Nosotros reacios a olvidar esos recuerdos emocionales tan dolorosos.
En muchos casos, creemos que olvidarlos es una falta de respeto o de lealtad por alguien a quien quisimos, como si ya hubiese dejado de ser alguien especial para nosotros. En otros casos, tenemos recuerdos dolorosos de distinta naturaleza, tan horribles que parece que somos incapaces de olvidarlos.
Está demostrado que, cada vez que se repite una acción en particular, más fácil es realizarla de nuevo. De esa forma es como desarrollamos los hábitos. Repetir los recuerdos dolorosos una y otra vez los mantiene vivos en nuestra mente. Por lo tanto, mientras continuamos recordándolos, seguiremos deprimiéndonos y reavivando el dolor.
También está demostrado que cada vez que logras mitigar un recuerdo doloroso, éste se debilita. Si intentas no experimentar de nuevo un recuerdo doloroso cuando éste llega a tu consciencia, se debilitará el contenido emocional del mismo.
Mi reflexión; permitir que el dolor de un recuerdo se mitigue no lo convierte en menos importante ni hace a una persona menos querida. En el caso de que sean recuerdos aterradores, ¿Qué sentido tiene revivir los acontecimientos más horribles de nuestra vida? Si lo hacemos, nos aterrorizaremos una y otra vez innecesariamente. Las personas racionales no se infligen dolor a sí mismos innecesariamente.
BENDICIONES
EDWIN
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