Nuestro camino puede parecer inalcanzable para algunos. Los ideales son muy altos; los requerimientos difíciles de cumplir. Los indulgentes, los holgazanes no tienen cabida allí. No hay otra manera de recorrer el camino de los Guerreros más que trabajando duramente. ¿Pero cómo acceder a él? Disponiéndose a luchar sin tregua para elevarse a sí mismo hasta las blancas cumbres. ¿Por dónde empezar? Por la vigilancia de la cotidianidad.
Nuestra vida se desenvuelve en ella y es por allí donde debemos comenzar. La condición de Guerrero no se alcanza entonces leyendo libros ni escuchando conferencias de venerables maestros. Se alcanza batallando con nuestro lado oscuro momento a momento. La senda es como una red de delgados hilos que se cruzan en todas direcciones por sobre un precipicio.
Constantemente debemos tener cuidado acerca del lugar en donde ponemos el pie. No se puede uno distraer elucubrando acerca de la forma de tal o cual nube. Tampoco podemos clavar los ojos en lo profundo del precipicio pues de seguro el miedo nos paralizará. Y si no somos capaces de distinguir el camino correcto para nosotros entre medio de la multitud, nos perderemos girando incesantemente en el circulo del “Sámsara” (ciclo de nacimientos y muertes, de acuerdo con la tradición budista).
Por eso pregunto una vez más ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿Qué tareas inconclusas has dejado? ¿Cuánto de ti has vendido? Un segundo basta y nuestros pasos se perderán en la maraña.
Mantente pues receptivo. Respira por tus huesos, huele con tu piel. Mira con tus oídos, oye con tu palma izquierda. Esto te permitirá percibir de antemano las situaciones peligrosas y evitarlas para no malgastar tu energía. Te guiará hacia la compañía de aquellos que sabrán quererte bien. Llegarás finalmente adonde quieres.
Mi reflexión; basta con que te mantengas vigilante y no pierdas de vista el arco iris de tus sueños. Lo demás es tan solo paciencia y actitud.
BENDICIONES
EDWIN
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