El gran equilibrista había tendido una cuerda desde un borde al otro de un acantilado. El se aprestaba a hacer su demostración y la multitud, situada abajo, esperaba ansiosa. ¿Creen que puedo cruzar al otro lado caminando por la cuerda? Preguntó el artista. ¡Sí! contestó la multitud.
Y allá fue el hombre llegando a la orilla opuesta en medio de los aplausos y el bullicio. ¿Creen que puedo cruzar al otro lado llevando una carretilla? ¡Sí! se escuchó nuevamente. Ahora; ¿Creen que puedo cruzar llevando una persona en la carretilla? Preguntó. ¡Sí! nuevamente fue la respuesta.
Entonces el artista dijo: ¿Quién es voluntario para subir a la carretilla? Se hizo un silencio total. Todos se estremecieron. Todos temieron. Todos creían siempre y cuando no estuviera en juego su seguridad personal. En realidad no creían. No confiaban en él.
Reflexión; ¿Cuántas veces nosotros decimos que creemos pero no es así? Pensamos que Cristo es el Salvador del Mundo pero no creo que sea mi Salvador. Creemos que 100% libró a otros pero no creo que me librará a mí. Creemos que sanó a otros pero no creo que me sanará a mí.
No nos atrevemos a emprender alguna tarea difícil, porque creo que no me sostendrá. ¡Ojala nuestra fe sea como la de ese niño!
BENDICIONES
EDWIN
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